Captando el Funcionamiento de la Frecuencia de Actualización Dinámica en Windows 11
Si has estado experimentando con la configuración de la pantalla en Windows 11, probablemente hayas notado que la tasa de refresco puede cambiar sola en ocasiones, o quizás estás intentando ajustarla manualmente para mejorar el rendimiento o solucionar algún problema. La función de frecuencia de actualización dinámica es bastante útil, aunque puede resultar confusa si no estás familiarizado. Básicamente, es una característica que ayuda a prolongar la autonomía de la batería ajustando cuántas veces por segundo se actualiza la pantalla: en movimientos rápidos, como vídeos o juegos, se usa una tasa alta, mientras que en contenido estático, como documentos o navegación web, baja a una tasa menor. En teoría, tiene sentido, ¿no?
Lo que a mí me costó entender fue cómo bloquear una tasa de refresco específica — quizás porque la configuración automática no hacía lo que quería, o buscaba mayor estabilidad visual. Establecer una tasa fija no es complicado, pero las opciones no siempre son evidentes, especialmente si tu dispositivo o monitor no soportan ciertas frecuencias o si las configuraciones están ocultas en menús que no revisas con frecuencia. Y, por supuesto, modificar la configuración de la pantalla siempre implica riesgos: si cambias algo, especialmente forzando una tasa que tu pantalla no soporta, puedes perder calidad de imagen, experimentar artefactos o, en casos raros, que aparezca parpadeo o una pantalla negra momentáneamente.
Una cosa importante a tener en cuenta es que cambiar la frecuencia de actualización puede requerir reiniciar el equipo o cerrar sesión. También, si Windows no detecta correctamente tu monitor, es probable que tu controlador de pantalla esté desactualizado o tenga limitaciones. En mi viejo ASUS, descubrí que las opciones de frecuencia de actualización estaban escondidas en Configuración avanzada y solo aparecían tras actualizar el driver o reinstalarlo desde cero. Además, si tu monitor solo soporta 60Hz o 75Hz, subir a 120Hz o más simplemente no tendrá efecto — esa capacidad no está habilitada por el hardware.
Cómo activar y usar la frecuencia de actualización dinámica
El primer paso es entrar en Configuración — la forma más rápida es presionar Windows + I. Desde allí, ve a Sistema y luego a Pantalla. Una vez allí, busca la opción Configuración avanzada de pantalla. A veces, esta opción está escondida tras un enlace o dentro de un menú desplegable, dependiendo de qué tan actualizado tengas Windows o si modificaste alguna configuración últimamente. Lo importante es localizar el menú desplegable llamado Elegir una frecuencia de actualización.
Si tu dispositivo y pantalla lo soportan, verás opciones como 60Hz, 90Hz, 120Hz, etc. Y si tu PC es compatible con la función de frecuencia de actualización dinámica, generalmente aparecerá una opción llamada ‘Dinámica’ u otra similar. Seleccionarla permite que Windows ajuste automáticamente la tasa en función de lo que estás haciendo — ideal para ahorrar batería en laptops y tablets. En mi máquina, el máximo la frecuencia era 90Hz, que es bastante común en equipos de gama media, y la función dinámica funcionaba bastante bien — al navegar, bajaba a 60Hz, y cuando jugaba o veía vídeos, subía automáticamente.
Cómo poner una frecuencia de actualización manualmente
En ocasiones, simplemente quieres escoger una frecuencia concreta para mantener un aspecto consistente o para solucionar problemas de parpadeo. Para ello, mantén la misma opción del menú desplegable y selecciona la frecuencia fija que desees — por ejemplo, 60Hz o 90Hz. Ten en cuenta, no obstante, que si tu monitor no soporta esa frecuencia, Windows puede volver automáticamente a la configuración predeterminada, o la pantalla puede parpadear o perder señal temporalmente al cambiarla. Usualmente, si esto sucede, basta con hacer clic en Aceptar o aplicar los cambios, y si no se estabiliza, puedes repetir o reiniciar para que la configuración tenga efecto.
Esto resulta especialmente útil si la función automática no funciona bien o si quieres evitar que Windows reduzca la tasa de refresco. Por ejemplo, algunos juegos o aplicaciones de edición de vídeo pueden rendir mejor si bloqueas la frecuencia en un valor constante. Solo recuerda que, en algunos laptops, las opciones pueden estar limitadas por el hardware o los controladores. También, después de modificar la frecuencia, desconectar y volver a conectar el monitor o el cable (HDMI o DisplayPort) ayuda a que Windows reconozca correctamente el cambio.
Otros consejos y verificaciones útiles
Si las opciones no aparecen o están en gris, revisa que tu controlador de pantalla esté actualizado. Puedes actualizar los drivers desde el Administrador de dispositivos: presiona Windows + X y selecciona Administrador de dispositivos, luego expande Adaptadores de pantalla, haz clic derecho en tu GPU y elige Actualizar controlador. A veces, los drivers antiguos ocultan o bloquean las opciones de frecuencia de actualización porque no soportan funciones recientes. Además, puedes ejecutar dxdiag
y revisar la pestaña de Pantalla para ver qué soporta el hardware — en ocasiones, las limitaciones vienen del propio equipo, especialmente en monitores antiguos o económicos.
Si sigues sin ver las opciones esperadas, prueba a cambiar el cable o actualiza Windows con las últimas actualizaciones. En algunos casos, activar o desactivar funciones relacionadas en la BIOS, como opciones de GPU o de display, puede influir en lo que Windows puede detectar y modificar. Por ejemplo, en algunas placas base, puedes encontrar opciones como ‘Intel PTT’ (Tecnología de Plataforma de Confianza) o el fTPM de AMD — relacionados más con seguridad y encriptación. Ten cuidado: modificar estos ajustes puede afectar funciones como BitLocker, e incluso borrar las claves de cifrado si realizas un reseteo de TPM, con lo cual perderás acceso a tu disco si no tienes las claves de recuperación guardadas.
Y recuerda siempre: si tu dispositivo soporta la frecuencia dinámica pero tienes problemas, prueba a actualizar los drivers de la pantalla y verificar si hay actualizaciones de BIOS disponibles desde el fabricante. Al fin y al cabo, no solo Windows influye aquí, también el firmware del hardware juega un papel importante.
Espero que esto evite que alguien más pierda tiempo intentando resolver estos detalles — a mí me llevó más del que quisiera entenderlo todo. Lo fundamental es entender que la frecuencia de actualización de la pantalla no es solo una configuración sencilla, y en ocasiones hay que mirar más allá o ajustar los drivers para que funcione perfectamente.